Cuando me inicié como psicóloga en los Hospitales y más tarde en forma privada siempre me sentí una terapeuta fuera del sistema.
Sabía que mis colegas trabajaban de determinado modo.
Yo aún respetando un encuadre lógico, sano y disociado como corresponde a cualquier terapeuta lúcido, sentí que lo mío era diferente.
Me recibí de Psicóloga, estudié Psicosomáticas y otras disciplinas complementarias al psicoanálisis, pero en la práctica cotidiana comencé a ver que muchas veces mis pacientes sin los elementos complementarios y sólo a través de su tratamiento terapéutico conmigo presentaban avances muy importantes en su evolución emocional y en la carrera inhumana de lidiar con las innumerables repeticiones de viejas dolencias ancestrales.
Pasaron los años y llegué a la conclusión que la diferencia radica en ofrecerme como una “terapeuta suficientemente buena”, exactamente justa, ni en escasez ni en exceso, aceptando no sólo ser una tabla rasa donde el paciente proyecta sus vínculos primarios y reedita a través del vínculo conmigo toda su problemática basal, sino también una terapeuta que puede contener más allá de los límites del consultorio.
Cierto es que esto de “poner el alma” en pos de la evolución de un paciente, implica un esfuerzo plus y un compromiso muy particular, muy diferente a los tratamientos convencionales.
La Psicoterapia Vincular implica una demanda mayor por parte del paciente y una predisposición diferencial por parte del terapeuta, es una decisión de vida, sólo la pasión por la profesión, por la elección correcta y perfecta por lo que uno ama puede justificar denodado esfuerzo.
De cualquier modo es mi decisión trabajar de este modo, tal vez “mi forma” incida positivamente en muchísimos tratamientos y sea nefasta para la evolución de otros.
Como dice un colega al que respeto mucho “uno no es bueno para todo el mundo”.
Sin embargo la evolución de mis pacientes, la reversión total de sus patologías severas, autismo, cáncer, psoriasis, enfermedades autoinmunes, depresión, artritis reumatoidea han demostrado que junto a una medicina sana e integradora LOS CAMBIOS RADICALES SON POSIBLES y las repeticiones evitables.
Tal vez mis pacientes puedan dar cuenta mucho más que yo de lo que se siente cuando un terapeuta está presente más allá de las palabras, cuando no teme dar un abrazo o participar de un Seminario Vivencial  sin salirse nunca del encuadre acompañando a un ser que sufre más allá de los contados minutos de consulta.
Acompañar la evolución de mis pacientes es natural para mi, tal vez muchos de mis colegas hayan comprendido que las viejas nosologías de los padres del psicoanálisis no solo han caducado sino que hay que modernizarlas entendiendo que los vínculos en la nueva era han cambiado y que lo que era dable hace más cien años ya no es posible aplicarlo en su totalidad a los tratamiento contemporáneos.

Gracias a todos mis pacientes por permitirme crecer y ser cada vez mejor terapeuta.

Lic. Verónica Gomelsky
M.N. 23684